Durante la segunda mitad del Siglo 19 y la primera del 20, las exposiciones universales se llevaban a cabo con más frecuencia de lo que lo hicieron luego de la pausa obligada que vieron con motivo de la Segunda Guerra mundial, no efectiándose otra de gran calado sino hasta la de Bruselas en Bélgica (1958). Unas de las más sobresalientes fueron las de París en 1878, para la cual se construyó la cabeza de la que hoy es la Estatua de la Libertad, icono máximo de la Ciudad de Nueva York, y que se exhibió en el pabellón de Francia, el país anfitrión, que ya luego la obsequió a los Estados Unidos en el año de 1886, con motivo del centenario de la declaración de independencia de los Estados Unidos de América; diseñada también por el ingeniero galo Gustavo Eiffel, que también hizo construir la hoy perenne Torre que lleva su ilustre apellido, que por cierto fue pensada solo para exhibirse en el pabellón francés de otro evento similar, también en la ‘Ciudad luz’ llevado a cabo en 1889 (conmemorando el primer centenario del inicio de la Revolución francesa), pero que luego se tomó la decisión de ya no desmontarla nunca, dos más fueron las de Chicago en 1893 y de Sevilla en 1929, esta última cambió para siempre la fisonomía de la Ciudad andaluza.
Bien, en el marco de ser México sede compartida del Mundial de futbol (con Estados Unidos y Canadá), nuestro país bien puede aprovechar más esa plataforma y aumentar su nivel de reflectores a nivel mundial que da el fenómeno de masas reflejado en espectáculo más visto por la humanidad, que es el futbol. Ya así lo hizo España, vio en los juegos olímpicos de Barcelona en 1992 una oportunidad única y la capitalizó, con la organización de la última gran exposición universal (cultural y científica) que ha visto el mundo, que fue la de Sevilla 92.
Ya México lo hizo una vez, en el año de 1968 y con motivo de la olimpiada celebrada en nuestro país, se organizó un poco antes la Olimpiada Cultural, en la que participaron los países miembros del comité olímpico internacional, con un sobresaliente éxito. Bien que la Ciudad de México pudiera alberga un evento parecido, pero ahora con las naciones pertenecientes a la FIFA (que tiene más miembros que la propia ONU o el COI mismo). Infraestructura para una empresa de ese tamaño sobra en la antigua Gran Tenochtitlan: museos de todo tipo (la segunda Ciudad con más recintos de este tipo en el planeta), centros de convenciones, hoteles, salas de teatro, música y cine, instalaciones deportivas, vialidades y lo que sea que se necesite.
Es una oportunidad que, ojalá, las próximas autoridades de la Ciudad de México y federales exploren, que eso le traería una visibilidad a nivel mundial sin precedentes, ya que si bien en Ciudad sede del próximo Mundial de futbol, quizás cinco partidos no sean lo suficientemente atractivos, y se pueda esto complementar con algo así como un “mundial cultural FIFA, México 2026″.